A Klimt lo salvó un beso.


Se te pueden pasar muchas obras pictóricas del modernismo. Sin embargo, hay una que seguro no te será indiferente. En algún momento te has cruzado con ella y, es más, has pensado. ¿Qué es esto?



Allá por el siglo XX, las obras de Gustav habían sido consideradas ‘pornográficas’ y ‘demasiado pervertidas’. Es, como ya conocemos todos, la doble moral que nos doblega a menudo. Por eso, se burlaban de él. Su trabajo estaba siendo denostado. Y tuvo que venir un beso que le salvara la vida. Pasó por todas esas fases ineludibles en un artista: “O soy demasiado viejo, o demasiado nervioso o demasiado estúpido, algo debe estar mal". Seguramente solo estaba rodeado de idiotas. Pero claro, también cuesta quitarse del medio a los idiotas. Sin embargo, mal no tuvo que hacerlo cuando esta obra fue incluso comprada antes de estar acabada. Fue añadido rápidamente a la colección en el Museo Belvedere. ¿Acaso no ayuda eso a superar los miedos?

Para mí, si me permitís ser nada objetiva, ‘El beso’ es perfecto. Pero no me hagáis caso, igual es simplemente que estoy enamorada. No, ya en serio, incluye diferentes estilos, diferentes épocas. Incluye la historia de los besos. Combina el Art Nouveau de Viena con el movimiento Arts and Crafts, formas simples con diseños llamativos y, por si fuera poco, espirales (las formas más básicas) llenas de significados. Y una pelirroja. Brutal.
Además de que él solía pintar especialmente mujeres, aquí introdujo un hombre. ¿Típico? Quizás para el resto. Pero no para él. Tal vez simplemente era él besando a quien no debía o a quien estaba acostumbrado a besar. Eso es un plus. Superarse lo es. Que mida 180 centímetros también es algo a recalcar. Como que puedas sentirte identificado con él desde cualquier parte del mundo y desde cualquiera que sea tu cultura. Todos aspiramos a esa parte que se tiñe de oro, otro de los clásicos usados en sus pinturas.

Incluso me di cuenta de que a veces, para según qué superficies, la obra se ve alterada. Y eso es mejor aún. ‘El Beso’ solo se ve perfecto en su forma original. Otro acierto más. Como que lo consideraran blasfemo. A él y a sus frescos en los techos de la Universidad de Viena. Porque si no, no hubiera creado esto que ahora admiro mientras escribo este texto. Incluso fue grabado en una moneda de la época. Qué fantasía poder encontrarse con alguna.

Y sobre todo, no decepciona en persona. Eso nos suena, ¿verdad? ¡Qué difícil es que eso suceda hoy en día! Por eso, y ya para terminar, que decidieran comprarlo por la máxima suma de dinero que se había pagado hasta la época en Viena (aunque ahora se estime como irrisoria) lo hace aún más especial.

Porque el destino puede cambiar con un beso. Y Klimt, por suerte, no lo descubrió.



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