No dejes escapar nunca tu chaqueta vaquera.


Una tarde de octubre estaba con mi perro en el parque. El cachorro me había ayudado a superar una ruptura. Hacía nueve meses que no veía a mi ex cuando ese día se cruzó en el otro lado del parque. Era real. Había rehecho su vida. Y yo no. Yo estaba allí, con un perro que se estaba cagando, justo delante mía.



            Recogí lo que me tocaba y me fui tan rápido como pude, para evitar cruzarme con él. No me di cuenta hasta llegar a casa de que había perdido mi preciada chaqueta vaquera.
            Dios mío, me había costado años encontrarla. Cuando volví al parque, ya no estaba. La había perdido. Cómo podía haber sido tan estúpida. De hecho, ese día ni siquiera quedó grabado como el día en el que él finalmente me había olvidado. No, sino como el día en el que perdí mi chaqueta favorita.
            Unos meses después, mi compañero de piso invitó a una amiga suya con la que había coincidido en varias ocasiones. Nos llevábamos bien.
            Ellos se encontraban en la cocina y… ¿a que no imagináis qué había en el sofá? ¡La chaqueta vaquera de ella! No era igual que la que hubo sido mía, pero me había cautivado. Ella me pilló mirándola y me instó a probarla. Como imaginaréis, había buscado por todos lados una chaqueta, pero ninguna había pasado mi filtro. Sin embargo, aquella… Era mi talla, el color perfecto, la altura, los bolsillos…
            - ¿Te gusta? – me preguntó, con expresión de ventura.
            - No está mal – traté de disimular, sin dejar de mirármela.
            - ¿No tienes chaqueta vaquera?
            - Perdí la mía.
            - Quédatela.
            El imperativo me pilló desprevenida.
            - ¡Qué dices! No dejes nunca ir una chaqueta vaquera que encaje contigo. Es como un perfume o un mejor amigo…
            Al cabo de un rato, los dejé. Me fui a dormir.
            A la mañana siguiente, cuando me levanté, fui a la cocina a por un café. Pero la chaqueta vaquera seguía en el sofá, solo que esta vez tenía una nota encima. Os podéis imaginar.

            Dicen que las chaquetas vaqueras son como los mejores amigos: si logras conectar con la perfecta, no la dejes ir nunca. Y el color de esta nunca terminó de convencerme.

            Me habían pasado cosas tan aleatorias en aquellos meses, y ninguna había sido buena del todo, que aquello me emocionó. ¿Por qué alguien haría algo así? Pues… ¿sabes qué? Hay gente que lo hace. Existe gente así por el mundo, que hace que tu vida tenga un poquito más de sentido. Por cosas como esas sigue mereciendo la pena aguantar lo que no lo merece. A veces, hay que desprenderse de la chaqueta. Tengo claro que la vida se las ingenia para devolverte lo que es tuyo. Eso, y que pase lo que pase, de ninguna manera puedes permitir deshacerte de tu chaqueta vaquera perfecta.


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