A veces hay que perder el autobús.
Llevaba esperando meses este día.
Incluso un año. Así, el gran día, Theo se acercó a Joss Stone y puso sobre la
mesa su best seller. Una de las
mejores novelas que había leído en su vida.
- ¿Cómo te llamas, muchacho? – le
preguntó el escritor.
- Theo – titubeó.
- Theo, me encanta para uno de mis
próximos personajes. Y dime, ¿qué te gusta a ti, Theo? ¿Cuál es la escritura de
tu vida?
- Bueno, yo no suelo tener mucha suerte,
¿sabes? – expresó, lamentándose, con la cabeza agachada.
- Uy – se sorprendió su ídolo-. ¿Y eso?
- Soy como el chico al que todo le sale
mal en las películas. Es como si hubiera nubes repartidas por ahí y yo fuera
metiéndome de una en otra.
- No te creo. Pero si no tendrás más de
quince años, como para pensar así.
- Para que te hagas una idea… – se
desahogó– suelo ser ese que acostumbra a perder el bus.
El escritor, desencantado con lo que
estaba escuchando, cerró su novela, la cual se encontraba a punto de dedicar.
- El día de nochebuena del año pasado
tuve que ir a trabajar de azafato a un congreso. Es lo que yo solía hacer. En
la ciudad, a dos horas de mi casa. Era el único día en el año en el que toda mi
familia se reunía. Pero yo necesitaba el dinero. No iba a llegar a la comida,
pero estaba seguro de que si me organizaba bien, conseguiría acompañarlos en la
cena. Era muy importante para mí estar allí, con ellos. Llegué a la estación un
minuto después de que saliera mi autobús. Y mira que corrí para lograr llegar a
tiempo. No lo conseguí. El siguiente transporte salía dos horas después.
Llegaría cuando la cena estuviera prácticamente acabada. Desconsolado, me fui a
la orilla del río, a esperar. Allí se me vinieron muchas cosas a la cabeza. Una
de ellas, la más importante, fue la trama de esta novela que hoy tienes entre
manos. Lo cierto es que hoy volvería a perder ese autobús. La gente que es como
nosotros, Theo, como tú y como yo, los que nos hacemos llamar artistas, los que
no encontramos más razones que esa para vivir, necesitamos que las cosas malas
sacudan nuestra inspiración. Es la única forma. Si siguen pasándote cosas
malas, como tú dices, es porque aún no has sabido exprimirle la parte buena.
Por eso está bien que nos metamos en todas esas nubes a las que aludes, para
que aprendamos lo divertido que es bailar, cantar o pensar en una historia
debajo de la lluvia. Además, recuerda que ese protagonista al que aludes, ése
al que todo le va mal en las películas, siempre triunfa.
- Seguramente, la historia hubiera
venido a ti en cualquier otro momento- concluyó, convencido.
- O no. Si no pierdes, es difícil saber
qué se siente con la pérdida. Tal vez la hubiera escrito dos años después, o a
la semana siguiente. O nunca. El caso es que mi detonante fue ese. Y quién
sabe, quizás el tuyo sea este. Tener esta conversación aquí, conmigo.
- Joss, tenemos que pasar al siguiente.
Un hombre le tocó la espalda al escritor
y le susurró una advertencia. El lugar se estaba colapsando. El autor volvió a
abrir el libro por la primera página y le apuntó su email y su número de
teléfono.
- Me da a mí que tenemos una conversación
pendiente. Tan mala suerte no tienes cuando te llevas mi confianza en ese
libro, ¿no?
El joven sonrió con toda la ternura que
le emergió de dentro. Una repentina satisfacción, muy diferente a todo lo que
había sentido en los últimos meses. A la salida del lugar, observó cómo la
línea de bus que le llevaba a casa estaba a punto de detenerse en la parada.
Muy nervioso, realizó el amago de correr. No dio ni un paso, cuando detuvo sus
movimientos. Decidió que ese autobús iba a perderlo. Ya aparecería otro.
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