Bajarse del burro.


Siempre me ha gustado esta expresión, ¿sabes? Porque, tal vez, cuando nosotros bajamos del burro, metafóricamente, estemos librando a alguien de un peso.

            O a nosotros.



            El problema es que la gente nunca quiere caer del burro. Porque eso significaría empezar de cero, con los pies en la tierra. Y es probable que alguien te vea hacerlo. Eso se traduce en nuestros algoritmos de personas sociales un estruendoso fracaso. Por eso preferimos seguir subidos en ese burro incierto que no sabemos a dónde nos lleva. Seguramente ése sea el principal motivo de la frustración que hoy nos guía por unos derroteros ya transitados.

            Por otros… no satisfechos.

            Ese burro nos lleva a donde otros ya han llegado. Pero nosotros nos desgañitamos gritando quejas aleatorias que hacen ver que no queremos ese destino. No obstante, seguimos en ese burro. Ya que bajarse puede dar pistas de que nos hemos equivocado, que estamos defraudando a alguien que esperaba algo que nosotros solo contemplamos mediante sus ojos.

            Ese no es mi real yo.

            Yo no quiero vivir el sueño de nadie.

            O, peor aún, su desengaño. No quiero una estabilidad que me abrume y me haga experimentar la desidia cada día. No, no es eso. Solo pretendo buscar una alternativa, ésa misma que muchos dejaron a medias por miedo a caer.

            Lo entiendo.

            Claro que lo hago. Y sufriré por mis decisiones atípicas. Por supuesto que lo haré. Pero iré andando y llegaré donde mis pasos determinen, no donde quiera ningún burro. Y así, únicamente de esa forma, pueda mirar al burro a los ojos para decirle que sí, que he patinado en algunas decisiones, pero que gracias a eso él va sin ninguna carga.

            Y también yo.






Comentarios

Entradas populares