Shakespeare nos engañó, pero no importa


Decía Shakespeare que había que ser fiel a uno mismo. 

Tiene huevos. 



Él, que era un copiador nato. Ése era realmente su talento. Porque llegó un momento en el que ya no existía el relato italiano. Él había adaptado la obra de los amantes de Verona. E hizo que todos nos olvidáramos de los antecedentes. Porque en ese preciso instante, él no era un curioso innato, arduo de historias, cuyo fisgoneo le llevó a conocer una historieta que decidió hacer suya, no. Él ya se había convertido en ‘Romeo y Julieta’. Ya nadie se acuerda de Matteo Bandello. Esto no exime a Shakespeare de su talento, dios me libre. Es como atestiguar que Tarantino no lo tiene, pese a versionar una y otra vez lo que le encanta. No, no es eso lo que estoy diciendo.

Pero sí que es cierto que hay cosas que se pasan por alto. Porque lo que fuimos formó parte de lo que somos ahora, por supuesto, pero el maestro ha de darle más importancia al ahora que a aquella época en la que fue alumno. Porque todos lo hemos sido, e incluso lo seremos hasta el último día, pero también somos algo más.

Ten cuidado, porque cuando decides comerte el mundo, el mundo se come tu tiempo. Hay que aprovechar las oportunidades tal cual vienen. Sin perder la esencia de uno mismo, como Shakespeare nos recomendaría. Pero yendo más lejos, y absorbiendo lo que nos interese, si acaso eso puede completar nuestros proyectos. Si pensara en todas las obras que no terminé, les estaría faltando el respeto a las que sí.

Fijémonos en el pasado, que habría que tenerlo presente casi todo el tiempo, pero en algunas ocasiones dejarlo de lado es la mejor solución. La vivencia, el cómo logramos ciertas cosas, crean en nosotros unos lastres que no hay que ignorar la mayor parte del tiempo, pero sí a veces.



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